miércoles, 23 de octubre de 2013

[ NORTE Y SUR DE ITALIA ]

Este verano pasé unos días en Italia, concretamente en el Lago de Garda, gracias a que mi amigo Lenny me ofreció su casa. Estando allí pensé que, dada la proximidad de mi cata, podría enfocarla dándonos un paseo por los caldos del país de la bota. Desgraciadamente, cuando empecé a informarme de las zonas vitivinícolas y su clasificación, de las diferentes variedades y de la cantidad de vinos en este país, decidí descartar esta opción. Sí, me sentí incapaz de poder presentar una cata de la calidad que mis compañeros se merecen. Pero una vez en casa, comencé a madurar la idea de una cata centrada en dos zonas italianas, bien diferenciadas por diferentes motivos: clima, altitud, variedades, suelo e incluso históricamente diferentes. Así fue como escogí para mi cata una comparativa entre el Piamonte y Sicília.
Lo primero que resalta en Italia es el caos que la rodea, ese glamuroso desorden que se refleja en todos los aspectos de la gente italiana. Tienen más de 900.000 viñedos registrados, 20 regiones vinícolas, más de 1.000 variedades de uva, una clasificación que va de los Vini di Qualità Prodotti in Regioni Determinate (VQPRD) a la Indicazione geografica típica (IGT), pasando por la Denominazione di origine controllata e garantita (DOCG) y la Denominazione di origine controllata (DOC). De estas dos últimas,  las más parecidas a nuestras DOQ y DO,  existen 21 y más de 300 zonas registradas respectivamente.
Empezamos tomando un Spumante, aunque no fuera de las zonas escogidas, Le Colture de Cruner, basado en la variedad Glera, la también conocida como Prosecco. Es curioso que muchos Spumantes, a diferencia de los Champagnes o Cavas, se fabrican con el sistema Charmat, que consiste en realizar la segunda fermentación en depósitos de acero cerrados en lugar de hacerlo en la botella, tal  y como se hacen los espumosos que acostumbramos a tomar. Las principales diferencias gustativas entre este Spumante y los habituales cavas que tomamos, radican en una menor agresividad del carbónico y una falta de matices de pastelería o bollería.
El Piamonte, a los pies de los Alpes, es la zona de Italia junto con la Toscana más famosa por sus vinos. Destaca, sin duda, por encima de todos El Barolo, el vino de Reyes y el Rey de los vinos, como se le conoce y que se hace con la uva Nebbiolo. A parte de él, el Barbaresco de la zona del Langhe, y el  Barbera de’Alba, que se hace con la uva Barbera, son los más conocidos. En cuanto a los blancos, la Moscato d’Asti es la más representativa. De esta zona, probamos 3 vinos de la bodega Paolo Scavino:  Barbera d’Alba 2007, Langhe Nebbiolo 2007 y Cannubi 2006. De esta DOCG, la Cannubi, justo en la cresta de la colina del mismo nombre salió al mercado el primer Barolo allá por el 1850.
De Sicília, la isla volcánica del Etna, con su suelo de restos de lava y piedra caliza, sus bellos paisajes y sus zonas soleadas, sobresalen los vinos dulces; de ellos, el Marsala es el más importante. Puesto que la cata era de tintos, seleccioné monovarietales de las uvas más representativas, concretamente fueron: Jeudi 15 añada del 2010, de la bodega Vino di Anna con la variedad Nerello Mascalese; de la bodega Occhipinti, Il Frappato 2011, con la variedad del mismo nombre;  y Santa Cecilia 2008 de la casa Planeta,  -una de las bodegas más importantes de la DOC-  con la variedad Nero d’Avola.
La cata se realizó a ciegas, y con el objetivo simplemente de acertar los tres vinos del norte y los tres vinos del sur. Una prueba que, aunque parecía sencilla, sólo fue completada con éxito por Alberto y Raúl.
Para finalizar la cata, y posterior a la cena, probamos dos dulces de Sicília. Un Marsala Vecchi Semperi, con la variedad Grillo, que realiza la crianza con el método Perpetua, parecido a las Soleras españolas. Y también un Bukkuram de la bodega Marco de Bartoli,  Passito de Pantelleria, en referencia a la pequeña isla al oeste de Sicília famosa por su vino, hecho con uvas Zibbibo, y elaborado de forma que dejan que el 50% de las uvas se sequen al sol y las uvas restantes maduren en la planta hasta septiembre. Una vez que la fermentación se ha iniciado, se añaden las uvas previamente secadas al vino base y se deja macerar durante unos tres meses, hasta que el equilibrio entre el alcohol y el contenido de azúcar residual es alcanzado.
Como resumen de nuestra valoración, triunfaron principalmente el Barolo Cannubi y el Nero d’Avola Santa Cecilia, uno de cada zona. El primero por su fuerza, su potencia y su marcada frutosidad, y el segundo por su estructura mucho más parecida a los vinos españoles. Evidentemente, y como no podía ser diferente, pasamos una velada fantástica.
Salute!