En el mes de octubre del 2012, concretamente el día 18, tuve la
suerte de presentar mi cata. Como cada año, el escoger un tema, preparártelo e
intentar sorprender a tus compañeros, es un reto motivador en el que inviertes
bastantes horas, pero lo haces con la ilusión de aprender y de que todos pasemos un buen rato.
El tema que escogí venía motivado por mi anterior cata, en la
que se entabló una curiosa discusión sobre la correlación entre el poder de
guarda y la acidez del vino.
La cata la inicié con una breve
explicación técnica sobre lo que es el pH, o sea el potencial de hidrógeno, y
la definición de los diversos tipos de acidez: fija, volátil, real y total.
Posteriormente se explicó de dónde procede la acidez de un vino, quedando todos
sorprendidos de la implicación que la variedad de la uva, el suelo, el clima y la
elaboración, tienen en la acidez final
del vino.
Para finalizar la parte teórica hablamos de la “percepción”, advirtiendo como los sentidos, principalmente el gusto,
pueden hacernos malas jugadas y hacernos creer que la acidez varía según lo
astringente, lo salado, lo dulce, o incluso lo frío de un vino. Para esto
propuse un juego, una cata a ciegas de tres vinos, en la que se trataba de adivinar cuál era más acido (o
tenía el pH más bajo) y cuál era el menos ácido (más básico o de pH más alto).
La gracia de este juego radicaba en que era el mismo vino, de dos botellas de
la misma añada, repartidas en tres botellas, pero uno con una cucharadita de
azúcar, otro con una cucharadita de sal y el otro tal cual. Os aseguro que las caras de mis compañeros eran
un poema cuando les destapé las botellas!
En este juego el gusto provocó que percibieran el grado de acidez de
forma diferente, por ejemplo el que contenía una pequeña dosis de azúcar, al
ser más dulce, hizo que lo identificaran como sobremadurado, por lo tanto de
una añada más antigua y por lo mismo con un pH más elevado.
Como continuación de la cata, probamos
dos blancos, un Jaboulet Crozes-Hermitage Mule Blanche 2008 y un Felton Road –
Block 1 RIESLING 2011, con pHs de 3,34 y 3,03 respectivamente. Escogí esta
comparación para ver si la acidez que normalmente apreciamos en los Rieslings enfrentándolo con
otro blanco de corte más clásicos, realmente se notaba empíricamente, y tengo que decir que casi todos acertamos
que el Riesling tenía un pH más bajo que el Jaboulet.
Y el siguiente juego, con tintos
esta vez, fue para comprobar si realmente existía relación entre el pH y la
edad del vino. Para esto, mis colegas probaron en cata a ciegas de nuevo, Clos
Martinet 2002, 2005 y 2008, un clásico de la DOQ Priorat, que ya habíamos
catado en numerosas ocasiones. A la luz de la ciencia empírica, y con los
resultados del pHmetro en la mano,
concluimos que, al menos, en este vino,
con esas añadas y esas botellas, esas dos características no guardaban
ninguna correlación. Concretamente los
datos fueron: 2002 pH: 3,38, 2005 pH: 3,49 y 2008 pH: 3,39. De los diez concursantes en este juego, sólo Alberto
acertó el vino que correspondía a cada añada.
Creo hablar en nombre de todos, cuando digo que todos nos lo pasamos muy bien,
pero os aseguro que YO me divertí más que ninguno poniéndolos en estos
divertidos aprietos.
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